Cada fin de año es una ocasión para expresar deseos optimistas. Es tiempo de congelar las «malas agorerías» y mandar al frente los mejores pensamientos de futuros venturosos, aunque la realidad nos esté golpeando fuertemente la cara. Es la tradición navideña y de año nuevo. Pero en nuestro caso, en el Paraguay de este tiempo, tenemos razones para ser optimistas con base real y no sobre meras expresiones de deseos. El país está cerrando un