Durante los últimos años en especial desde la intervención del INDEC es mucho lo que se ha discutido en nuestro país sobre el flagelo de la inflación. A este respecto, los propósitos de esta breve nota son dos: analizar las causas que producen este fenómeno y simultáneamente realizar un análisis comparativo a nivel mundial.
En relación a la primera cuestión, la literatura económica se ha explayado con profundidad; habiéndose desarrollado diversas teorías sobre el origen de las subas generalizadas de precios. Sin embargo, a la fecha, existe consenso profesional en el sentido que los procesos inflacionarios superiores al 3 / 4% anual son fenómenos monetarios; esto es: exceso de oferta monetaria (emisión de dinero) por sobre la demanda del mismo (ahorro y atesoramiento). Esto quiere decir que la emisión por sí sola no genera inflación, sino que la suba de precios se produce sólo cuando el aumento del circulante no se compadece con un aumento en la demanda del mismo. Dos ejemplos clarificarán este concepto:
En EE UU, durante los últimos cinco años (2008/2013), la base monetaria (total del circulante) se multiplicó a través de las políticas de relajamiento monetario por cuatro. Sin embargo, pese a esta brutal expansión de la oferta de dinero, la inflación anual no sólo no aumentó sino que se redujo del 5,8% (julio 2008) al 1,5% (diciembre 2013). ¿Qué sucedió? Muy simple: el incremento del circulante emitido fue absorbido por una demanda ávida por ahorrar en dólares y no por consumir desenfrenadamente. En consecuencia, al no aumentar en forma abrupta la demanda de bienes y servicios, la mayor emisión de dólares no se trasladó a precios.
n Por su parte, durante 2013, la Argentina expandió su base monetaria sólo en un 23%, generándose una inflación anual no menor al 30%. ¿Qué sucedió? ¿Porqué frente a estos procesos de fuerte expansión monetaria se dieron, en EE UU y nuestro país, tan diferentes niveles de inflación? La razón hay que buscarla en que contrariamente a lo sucedido con la moneda dólar el aumento de la oferta de pesos (originada, básicamente, en la financiación espuria de un creciente déficit fiscal) no encontró un incremento de demanda monetaria equivalente; con lo cual, la gran mayoría de los pesos excedentes se volcaron rápidamente a la demanda de bienes y servicios. De esta manera, al resultar claramente insuficiente la oferta de los mismos, se produjo la suba de precios por todos conocida. Dicho de otra manera, dadas las circunstancias actuales de desconfianza e incertidumbre sobre nuestra moneda, en cuanto el consumidor recibe un peso corre de inmediato a gastarlo en bienes y servicios (y, últimamente, en el mercado informal) para evitar la pérdida de su poder adquisitivo.
Es claro, entonces, que se equivoca quien citando el ejemplo de lo sucedido en EE UU afirma que en Argentina el exceso de la emisión monetaria para financiar el déficit no genera inflación. En efecto, la comparación no es correcta pues no tiene en cuenta que -contrario sensu a lo que ocurre con el dólar- actualmente en nuestro país la demanda de moneda doméstica ha disminuido sustancialmente, ya que como se ha dicho anteriormente nadie quiere tener pesos que se desvalorizan en forma creciente.
En lo que hace al análisis a nivel mundial, en los países de alto desarrollo, se tiene bien claro que inflaciones superiores al 3/4 % deben ser combatidas de inmediato; so pena de caer en un círculo vicioso de más incertidumbre y mayor inflación que, al final e indefectiblemente, conducirían a una brusca recesión ( hard landing). En efecto, han aprendido que es mejor reacomodar en forma controlada y gradual las tasas de crecimiento de una economía recalentada a que sea el mercado el que provoque un fuerte ajuste recesivo.
La realidad del mundo actual muestra cuán cierta es esta posición de considerar a la inflación como enemiga del crecimiento. En efecto, si se toman los primeros 20 economías medidas por su PBI las cuales cubren el 85 % de dicho agregado a nivel mundial la inflación anual promedio ponderada de las mismas en 2013 fue del 2.5%. Es más, si sólo se tomaran las seis primeras del ranking (60% del PBI mundial) la inflación alcanza sólo al 1.5% (EE UU: 1,2%; China: 2,7%; Japón: 0.3 %; Alemania: 0,8%; Francia: 1,0%; Reino Unido: 2,6%).
Por su parte, en el otro extremo de la escala inflacionaria , los seis países con mayor inflación son: Sudán: 78%; Belarús: 58%;
Venezuela: 55%; Siria:37%; Irán: 30% y Argentina 28%. Cabe agregar que estos 6 países apenas cubren el 1,8% del PBI mundial y sus ingresos per cápita no alcanzan al 10% del correspondiente a los líderes.
En síntesis:
El consenso profesional indica que inflaciones superiores al 3/4% anual son básicamente un fenómeno monetario, producido por un exceso de oferta de dinero por sobre su demanda
En consecuencia, es claro que la emisión por sí sola no produce inflación (EE UU). Para ello, es necesario que la misma no encuentre demanda monetaria suficiente como para evitar que se vuelque a precios (Argentina)
En los primeros seis países medidos por su PBI los cuales cubren el 60 % de dicho agregado a nivel mundial la inflación anual 2013 fue de sólo un 1,5 %. Cabe mencionar que, en estas economías, sus principales características son, entre otras: alto grado de libertad y transparencia; mercado libre de cambios; escasa intervención del Estado; control permanente de la inflación y bancos centrales, justicia y poder legislativo independientes de la autoridad política. Por su parte, Argentina se ubica en el otro extremo de la escala, figurando en el sexto peor registro; acompañada por: Sudán, Belarús, Venezuela, Siria e Iránà
A partir de estas líneas, dejo al lector que saque sus propias conclusiones en relación al escenario económico actual de nuestro país y las políticas correspondientes en vigencia.
Fuente: Cronista.com